A un mes de las elecciones, el Gobierno presenta un nuevo plan para expandir la economía del hidrógeno
Apesar de que todas las encuestas evidencian que habrá un cambio de rumbo en las elecciones de octubre próximo, el actual gobierno que sigue encabezando el presidente Alberto Fernández sigue pretendiendo marca la agenda en lo referente a la sustentabilidad; el medio ambiente y los objetivos de reducción de las emisiones de carbono a largo plazo.
En este contexto, la Secretaría de Asuntos Estratégicos (SAE) que dirige Mercedes Marcó del Pont, acaba de presentar la llamada Estrategia Nacional para el Desarrollo de la Economía del Hidrógeno.
Se trata de una hoja de ruta para el sector que las autoridades oficiales aseguran que es el resultado de un trabajo articulado con la Secretaría de Energía y distintas áreas del Gobierno.
El plan oficial, que seguramente será revisado por la oposición si es que resultan ganadores en los comicios nacionales del 22 de octubre, propone impulsar el desarrollo de la economía del hidrógeno a través de sus capacidades industriales y tecnológicas, que son su diferencial competitivo.
Según el documento, que también lleva la firma de la secretaria de Energía, Flavia Royón, “el país promueve un proceso de planificación de sus políticas públicas orientado a alcanzar objetivos de sostenibilidad ambiental junto con los de desarrollo productivo y económico”.
El plan, según sus autores, es una oportunidad tanto para la reducción de emisiones como para la industrialización; permite expandir las exportaciones; descarbonizar actividades económicas domésticas; generar nuevos empleos de calidad y fortalecer el entramado industrial en las localizaciones con recursos para la producción de hidrógeno de forma sostenible y competitiva.
Metas post electorales
El documento es un ambicioso resumen de la visión que el gobierno kirchnerista tiene sobre las metas y objetivos establecidos a 2050 para el desarrollo del hidrógeno, desde la fabricación de bienes de capital hasta la prestación de servicios especializados.
Como pilares fundamentales tiene al desarrollo del mercado interno, clave para generar condiciones iniciales, evaluar prototipos y desarrollar tecnología nacional; y, el de los mercados de exportación, orientado a la producción en escala altamente competitiva, todo lo cual impulsaría la creación de más de 80.000 nuevos puestos de trabajo, además de crear la infraestructura necesaria para el despliegue de la actividad como la construcción de polos productivos y puertos con capacidad para exportar hidrógeno.
Al respecto, Marcó del Pont sostiene que “la transición energética nos abre una oportunidad, pero es necesario torcer el curso natural que limita la participación de los países con abundancia y calidad de recursos al rol de meros exportadores de materias primas. Debemos saber aprovechar las capacidades industriales y tecnológicas del país, que son nuestro diferencial competitivo».
Del mismo modo, Royón entiende que las peculiaridades geográficas, industriales y científicas de la Argentina “la posicionan en un lugar de privilegio a la hora de poder encarar la industrialización del hidrógeno y convertirse en un proveedor internacional de esta nueva fuente de energía”. Ambas funcionarias basan sus visiones en que el incremento en los niveles de ingreso per cápita y las transformaciones productivas fueron acompañadas a lo largo de la historia moderna por un aumento significativo de las emisiones de GEI y la degradación ambiental.
Por ese motivo, consideran que los desafíos que enfrenta el desarrollo productivo en la actualidad requieren que las transformaciones en las estructuras productivas, el transporte de mercancías y los hábitos de consumo estén alineados con el cumplimiento de los llamados ODS sellados por el Acuerdo de París y otros compromisos ambientales asumidos por la Argentina.
Vector energético
El plan oficial también recuerda que desde 1820 a la actualidad, las emisiones de GEI per cápita se multiplicaron más de 100 veces al punto que hoy, los sectores que concentran la mayor cantidad de emisiones son la generación de energía, que emite el 33,9% del total; seguido por los procesos industriales, con una emisión del 23,7%; y, las actividades de agricultura, ganadería, forestación y otros usos de la tierra, que representan un 22%, de acuerdo con los datos publicados por el IPCC.
En los dos primeros sectores, el hidrógeno puede aportar a la reducción de emisiones de GEI ya que se presenta como un vector energético que ofrece una solución concreta para descarbonizar sectores que por sus características sean de difícil electrificación y reemplazar insumos industriales derivados de fósiles.
Además, asegura que permite acumular energía de forma estacional, contribuyendo a mejorar la eficiencia en la producción de energía renovable y atenuar las intermitencias que caracterizan a las fuentes tradicionales, eólica y solar fotovoltáica.
“Esto hace que el hidrógeno cumpla un papel clave dentro de las estrategias de descarbonización de los países, no sólo por la cantidad de emisiones evitadas sino especialmente por ser, en algunos casos, el único vehículo posible para reducir los GEI”, detalla el trabajo firmado por Marcó del Pont y Royón.
En este marco, entiende que uno de los rasgos más relevantes que presenta la economía del hidrógeno es que la comercialización internacional del recurso, ya sea en forma directa, utilizando otros vectores energéticos (como amoníaco o metanol), o en productos descarbonizados en origen (como acero o fertilizantes), habilita la posibilidad para transportar energía de bajas emisiones entre diferentes regiones.
De esta forma, la producción y comercialización del hidrógeno de bajas emisiones puede contribuir a acelerar la descarbonización de aquellos países que presentan mayores necesidades energéticas y que no alcanzan a cubrirlas con sus propios recursos.
Acelerar la demanda
Para el Gobierno, es también esperable que la demanda de hidrógeno de bajas emisiones crezca en base a dos componentes:
- i) por su contribución a la descarbonización de industrias actuales.
- ii) ii) por los nuevos usos en aquellas actividades que pueden incorporarlo para reducir emisiones.
En ambos casos esa demanda será impulsada por nuevas exigencias regulatorias, estrategias corporativas o de los accionistas, el comportamiento de los consumidores y/o el acceso a financiamiento.
De hecho, algunos países y regiones instrumentaron normativas que, en el mediano plazo, afectarán al comercio internacional de productos intensivos en energía como las medidas de ajuste de carbono en frontera y las exigencias en el nivel de emisiones generado a lo largo de la cadena de producción.
En este contexto, son cada vez más las empresas que asumen compromisos de reducción de emisiones, lo que habilita una ventana de oportunidad para que nuevos actores se incorporen de forma temprana a la cadena de valor del hidrógeno. por eso, las autoras de la estrategia oficial están convencidas de que la Argentina tiene un conjunto de ventajas que permiten proyectarla como una potencial productora competitiva de hidrógeno de bajas emisiones (verde, azul y rosa) para el mercado internacional y el mercado interno, desarrollando proyectos de gran escala, tanto por su extensión territorial, como por la disponibilidad de infraestructura y capacidad para la provisión de servicios asociados a la actividad industrial.
Mercado maduro
En la actualidad, el país produce 0,4 Mt de hidrógeno gris al año para consumo interno, que representa el 9% del mercado de América Latina (4,4 Mt) y aproximadamente el 0,4% de la demanda global (94 Mt). Debido a los costos de transporte y almacenamiento, la producción está localizada cerca de los sitios de consumo y se utiliza para producir fertilizantes, metanol- en la industria siderúrgica-, y para el refino de combustibles, además de otras industrias químicas.
Para las autoridades, la existencia de un mercado local maduro “es una de las fortalezas que exhibe la Argentina para impulsar la economía del hidrógeno de bajas emisiones ya que favorece el avance de prototipos y la producción en pequeña escala”.
Analizan que el país está posicionado para participar en los diferentes segmentos de la cadena de valor de hidrógeno; adoptar el hidrógeno de bajas emisiones en usos actuales y nuevos usos y crear tempranamente este nuevo mercado.
En el corto plazo, la producción de combustibles sintéticos como metanol, combustible sustentable de aviación (SAF) y aceite vegetal hidrogenado (HVO) demandará hidrógeno de bajas emisiones para descarbonizar el sector transporte marítimo y aeronáutico. También, pero en menor medida, se aplicará a la electromovilidad, principalmente en vehículos pesados que utilizan celdas de combustible alimentadas con hidrógeno.
Además, la industria siderúrgica incorporará hidrógeno de bajas emisiones en el corto plazo ya que la tecnología para producir acero a partir de reducción directa es competitiva.
Otras industrias de alto consumo energético se encuentran analizando la viabilidad técnica y económica de incorporar hidrógeno para su descarbonización de manera adicional a que la demanda doméstica podría crecer a partir de la creación de un mercado voluntario de gas blending, una demanda estable que brinda certidumbre a los oferentes locales.
Se trata de un mercado que habilita a usuarios interesados en adquirir una mayor proporción de hidrógeno limpio, de forma virtual y voluntaria, permitiendo financiar el sistema y cumplir objetivos de descarbonización sin realizar modificaciones en las instalaciones.
País referente
El documento oficial entiende que la demanda interna de hidrógeno de bajas emisiones evidenciará un crecimiento sostenido a partir del 2030, para alcanzar las 100.000 toneladas anuales en 2035. A 2045 se espera una demanda de 500.000 toneladas anuales, alcanzando un millón en el 2050.
En este sentido, una porción de la demanda será cubierta con la producción local de hidrógeno azul, lo que contribuirá en mejorar las condiciones para generar desarrollos de mayor escala que puedan participar en mercados de exportación.
Además, la producción argentina de hidrógeno crecerá desde las 0,4 Mt anuales actuales hasta alcanzar 5 Mt en 2050, lo que implica que el sector incrementará su tamaño unas 12 veces.
Por eso el informe señala que “la adecuación de esta industria posibilitará abandonar progresivamente los métodos tradicionales e ir incorporando tecnologías limpias. La demanda internacional traccionará para escalar la producción ganando eficiencia y productividad. Este horizonte de fuerte crecimiento genera una ventana de oportunidad para el desarrollo industrial en toda la cadena de valor”.
Más que nada porque, dadas las condiciones competitivas del gas natural y el extraordinario potencial de las energías renovables, en particular la eólica y solar fotovoltaica, es esperable que en el corto plazo se produzca hidrógeno verde y azul.
En el largo plazo, el aprendizaje tecnológico en torno al proyecto CAREM, uno de los primeros reactores pequeños modulares en construcción en el mundo, podría permitir al país ser referente mundial en la producción de hidrógeno rosa y en su cadena de valor.
Mayor infraestructura
Al mismo tiempo, la expansión de la producción requerirá un conjunto de bienes de capital y servicios tecnológicos complementarios como electrolizadores para la producción de hidrógeno; la producción de bienes de capital para la generación de energías renovables; las plantas de reformado de gas natural con vapor; los parques para la generación eléctrica renovable; y la infraestructura necesaria para la aplicación de tecnologías CCUS.
También son importantes los servicios intensivos en conocimiento, como los de ingeniería, claves en la realización de estudios de factibilidad y prefactibilidad; los servicios para la gestión y operación de proyectos (incluyendo construcción y montaje de parques de energías renovables); y el software y los servicios informáticos.
En este sentido, a nivel global los anuncios de inversión de producción de electrolizadores registrados hasta este año sólo alcanzan a cubrir la mitad de las necesidades, siempre y cuando todos los proyectos se concreten en tiempo y forma. “Estas condiciones permiten prever cuellos de botella en el abastecimiento de estos bienes de capital críticos”, define el informe del Gobierno.
Además, existe un conjunto amplio de componentes y equipamientos electromecánicos asociados a esta industria, que serán claves para el transporte y almacenamiento, incluyendo desde recipientes de presión y compresores hasta válvulas y cañerías.
Toda la cadena también requerirá de servicios tecnológicos y software para la operación de planta, mantenimiento, logística y trazabilidad, especialmente de cara a la certificación de origen.
“Esto pone en evidencia una demanda creciente de bienes de capital a nivel mundial y abre una oportunidad para la radicación y desarrollo de proveedores especializados en la Argentina, con el fin de atender de forma eficiente las necesidades del mercado interno y regional”, anticipa el documento.
Además, entiende que para los objetivos propios que se plantea el país en cuanto a producción doméstica de hidrógeno “será necesario el desarrollo de proveedores locales radicados en el país que permitan dar respuesta a las necesidades de bienes de capital y servicios conexos en la cadena de valor para alcanzar un 50% de contenido nacional a 2050, y exportar al mercado regional”.
Se espera fortalecer y generar nuevas capacidades industriales, por ejemplo, en el sector de energías renovables para la producción de bienes de capital, sus partes y piezas, góndolas, torres y potencialmente palas de aerogeneradores. También se postula adaptar capacidades existentes para fabricar equipos para el almacenamiento y transporte de hidrógeno y derivados, así como también nuevos proveedores de partes, piezas y equipos de electrolizadores.
Inversiones en la mira
Todo el escenario descripto por el equipo de la Secretaría de Energia y de la Secretaría de Asuntos Estratégicos parte de la base que, a nivel mundial se esperan inversiones compatibles con la producción de u$s90.000 millones, por lo cual reclaman al Gobierno la implementación de una política activa de búsqueda de inversiones y promoción de las oportunidades que ofrece el país que permita instalarlo en los mercados mundiales como proveedor seguro y confiable de hidrógeno, amoníaco y combustibles sintéticos de baja emisión.
Ante la inexistencia de una demanda consolidada, la primera etapa debe enfocarse en detectar socios estratégicos para financiar plantas piloto que permitan probar tecnología en entornos reales y demostrar la competencia técnica y económica.
En una segunda etapa se deberá profundizar con acciones de posicionamiento, presencia y participación en licitaciones y concursos para contratos de aprovisionamiento futuro, como así también la promoción de la asociación y cooperación con empresas e instituciones que provean a los mercados demandantes.
Fuente: Andrés Sanguinetti- Economía Sustentable