Las lluvias están aseguradas en el verano, pero preocupan las consecuencias de las tormentas
El campo argentino, a diferencia de las últimas tres campañas, tendrá este verano -de la mano del fenómeno de El Niño’- un régimen de lluvias acorde con los cultivos y sin una fuerte ola de calor que pueda afectar a las plantaciones, aunque preocupa en el sector la posibilidad de que continuen eventos climáticos violentos como los que se dieron últimas semanas, con fuertes ráfagas de viento y caída de granizo.
Según el director del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN) del INTA, Pablo Mercuri, «dada la importante recomposición hídrica en la mayoría de las zonas productivas, en esta campaña de gruesa podemos afirmar que el agua no es el factor limitante, y alcanzar altos niveles de producción será mucho más dependiente del manejo agronómico».
En un artículo publicado por el INTA, Mercuri agregó que «sin la limitación del agua, se espera que en lotes donde se pudieron realizar siembras tempranas y ciclos largos, maíces y sojas podrán expresar su potencial genético o superar los techos productivos, incluso dadas las perspectivas de nuevas lluvias durante el periodo de floración y llenado de granos».
De hecho, las estimaciones de cosecha de los granos gruesos son alentadores, con un considerable aumento en el volumen de producción previsto para la campaña 2023/24.
En este sentido, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) estimó que la producción de granos podría alcanzar las 137 millones de toneladas en el actual ciclo agrícola, un 65,3% más que lo obtenido en 2022/23.
De ese total, la soja aportaría 50 millones de toneladas; el maíz, 56 millones; el girasol, 4,3 millones; y el sorgo en 2,4 millones.
La especialista del CIRN, Natalia Gattinoni, sostuvo que a diferencia del año pasado, «son menores las probabilidades de ocurrencia de eventos térmicos extremos dando condiciones adecuadas para el desarrollo de los cultivos de veranos que transitarían la época cálida con menores niveles de estrés térmico y con adecuada disponibilidad de humedad en el suelo en general».
«En el caso de la Región Pampeana y el Litoral, la perspectiva climática de temperaturas medias asigna una mayor probabilidad de un periodo con valores en el rango normal para la época», explicó Gattinoni.
Y, agregó que «si a este panorama le sumamos el pronóstico estacional de temperaturas extremas, se espera una menor ocurrencia de temperaturas máximas extremas, mientras que son mayores las chances de días con temperaturas mínimas más bajas sobre la principal zona productiva».
Por su parte, el jefe de la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la BCR, Cristián Russo, si bien hizo hincapié en las abundantes y beneficiosas lluvias que se dieron en estos últimos meses y que se prevé que seguirán, manifestó su preocupación por la «violencia» y lo «impredecible» de algunos eventos.
«Estamos viendo mucho viento en estos fenómenos que tienen que ver con masas de aire muy caliente que chocan con estas circulaciones que están siendo no características del verano, que siguen muy activas y que son circulaciones de aire muy frío, y que generan choques térmicos que son muy grandes», dijo Russo.
El especialista marcó que es así como se da «la violencia de las tormentas, estamos viendo muchas situaciones de granizo y de viento muy fuerte, de carácter impredecible».
Según Russo, «los agrónomos con los que estamos hablando nos están contando de los efectos (de las tormentas) y nos dicen que no han visto mangas de granizo tan grandes como la que se han dado este año y que no solamente es el nivel de daño (que provocan), sino que la extensión que están generando estos eventos son realmente muy importantes».
Al respecto, un informe de la BCR alertó que «este patrón de tormentas intensas y destructivas no es un fenómeno aislado».
«Durante las tormentas de Navidad, aproximadamente 50.000 hectáreas agrícolas en la región núcleo sufrieron daños considerables a causa del granizo y los excesos de lluvia. Estos eventos climáticos han desafiado los modelos predictivos, presentándose con una ferocidad inesperada y causando inundaciones y daños significativos a su paso», detalló el trabajo.
Con «El Niño» asegurado para el verano y con pronósticos de que comience a debilitarse en el trimestre abril/mayo/junio, la incógnita en el sector es qué va a suceder durante el invierno.
Si bien es muy temprano para confirmarlo, Gattinoni remarcó que «según la actualización de los modelos a diciembre de 2023 hay un 40 % en igualdad entre transitar una fase Neutral y una fase La Niña a partir del trimestre julio, agosto y septiembre de 2024, por lo que no es posible adelantar cuál será la fase que prevalecerá para la segunda parte del año».
«Será importante continuar su seguimiento sabiendo la naturaleza cíclica de este fenómeno y lo que ha ocurrido años donde se presentó un Niño similar», concluyó el especialista.