La huella de la contaminación por plástico y sus efectos en la salud y el planeta
Desafortunadamente, no es extraño visitar algunas playas y costas y chocarse contra residuos de plástico. La contaminación no discrimina lugar ni material.
Una vez en el mar, los elementos naturales y la exposición al ambiente descomponen el plástico en partículas pequeñas que suelen medir menos de cinco milímetros de ancho. Se llaman microplásticos, se propagan por el agua con rapidez y facilidad y se han hallado en todos los rincones del planeta: desde el Everest, el lugar más alto, hasta la fosa de las Marianas, el punto más profundo.
La humanidad produce más de 430 millones de toneladas de plástico al año. La mayoría de ellos son plásticos de un solo uso (el 40%); y cientos de toneladas de esos residuos ya están convertidos en microplásticos, imposibles de limpiar y recoger. Y estos no sólo se han encontrado en el océano, también se han descubierto microfibras de este material en sistemas municipales de agua potable y viajando en el aire.
Es decir, cada año hay más basura afectando la salud física del ser humano, al tiempo que el agua potable se contamina.
Aquellas pequeñas partículas de plástico están en nuestra sangre, pulmones, incluso en nuestras heces. Sin embargo, lo que más preocupa al personal de la salud es que aún no sabemos qué cantidad de microplásticos se necesitan para representar una amenaza para la vida de un individuo.
De hecho, las cifras no parecen bajar. Cada año, unas ocho millones de toneladas de residuos plásticos llegan al océano desde países costeros. Este número es el equivalente a colocar unas 15 bolsas llenas de basura por cada metro de costa en todo el mundo.
La fauna y flora también están en peligro
El pequeño tamaño de los microplásticos les permite ser ingeridos por una amplia gama de organismos marinos, desde el plancton hasta los mamíferos. Esta ingestión no solo causa daños físicos internos, sino que también reduce la ingesta de nutrientes, lo que puede llevar a la muerte de muchas especies. Se tiene constancia de que el plástico ha afectado a 700 especies, entre ellas especies en peligro de extinción.
Además de su impacto físico, los plásticos son portadores de toxinas ambientales. A menudo absorben contaminantes como pesticidas y metales pesados, que, al ser ingeridos, pueden entrar en la cadena alimentaria. Esto afecta no solo a los organismos marinos, sino que eventualmente puede repercutir en la salud humana.
La exposición a microplásticos también altera el comportamiento de las especies. Se ha demostrado que afecta la capacidad de los peces y crustáceos para alimentarse, reproducirse y evitar depredadores, lo que pone en riesgo la estabilidad de las poblaciones marinas.
Las escenas tienden a ser desgarradoras: la mayoría de las muertes de animales son la consecuencia de pasar hambre o quedarse atrapadas. Focas, ballenas, tortugas y otros animales son estrangulados por los aparejos de pesca abandonados o anillos de botellas y tapas.
Por otro lado, los plásticos afectan la flora marina. Pueden cubrir superficies de algas y otros organismos fotosintéticos, dificultando su capacidad para captar luz y, por ende, su crecimiento. Esta interferencia no solo impacta a las algas, sino que también altera la biodiversidad, afectando la salud de los ecosistemas marinos.
Además, los plásticos pueden actuar como transportadores de especies invasoras, permitiendo que estas se establezcan en nuevos hábitats, lo que compite con las especies nativas.