Qué es desplastificar y por qué es la acción urgente que la Tierra necesita para frenar la contaminación ambiental
En las últimas dos décadas, la producción de plástico global se duplicó, llegando en 2019 a más de 359 millones de toneladas en ese año. Actualmente, estos números se mantienen e incluso, según la Organización Mundial de la Salud Medio Ambiente, solo el 14% de esos residuos se reciclan.
Resulta un hecho. Este material está inmerso en muchos de los elementos que consumimos y, por eso, hay que resaltar que su existencia y posterior desecho provoca algunos de los efectos contaminantes más graves del planeta. Por tal motivo, su impacto en el ambiente es cada vez más preocupante.
Vale mencionar que, desde hace años, surgieron diversas acciones para frenar su uso de inmediato. De hecho, más recientemente comenzó a resonar en nuestro vocabulario la palabra desplastificación, un concepto curioso que quiere poner fin a la era del plástico en pos del bienestar ambiental. Pero, ¿es posible? En Economía Sustentable hablamos sobre esto y brindamos posibles soluciones con referentes en esta temática.
El plástico descartable: el verdadero enemigo del planeta
En 2021, Eco House Global y Unsplastify se unieron para realizar un estudio sobre el impacto del plástico en el medio ambiente. El objetivo de este documento, según sostiene Clara Molteni, directora del área de consultoría para la sostenibilidad de la asociación civil Eco House Global, es “informar” sobre sus consecuencias, ya que sabiendo más sobre la problemática, resulta más fácil encontrar soluciones.
En este sentido, a Molteni le parece importante comenzar refiriéndose a la función del plástico como material: “Fue una gran solución en su momento cuando el mundo dependía del uso de marfil, caparazón de tortuga y cuerno de rinoceronte para la producción de materiales e instrumentos. Se dieron revoluciones científicas que generaron muchísimo progreso gracias a este material”.
Sabiendo esto, entonces, es preciso destacar el concepto de plástico “descartable”, a quien Molteni nombra como “el verdadero enemigo del medio ambiente”. “Lo que está mal es que algo que lleva muchísimos recursos para ser producido y para que llegue a nuestras manos, dure unos simples segundos y después sea desechado. Detrás de ese producto hay muchísimos recursos implicados para su producción, en el caso del plástico es un material que proviene del petróleo y que requiere de muchísima agua para su producción”, sostiene.
De esta manera, se llega a una de las consecuencias máximas del plástico: su permanencia en el ambiente al ser tratado como un mero desecho cuando en verdad puede reciclarse. Según informa The Nature Conservancy, hacia 2050 habría más de 12 millones de toneladas de plástico dispersados en el planeta, algo que atentaría de lleno con el hábitat de miles de especies, incluyendo la del propio ser humano. Nuestro día a día se vería afectado de manera irreversible.
Las consecuencias del plástico en el medio ambiente
De acuerdo a informes de Greenpeace, una botella de plástico tarda en degradarse más de 500 años, por tanto, todo ese tiempo permanece en la Tierra perjudicando los ecosistemas tanto terrestres como acuáticos.
“Este material no es como una banana o una manzana, que cuando caen al suelo, se descomponen por la acción de ciertos organismos y se transforman en elementos básicos naturales y nutrientes. En vez de eso, los plásticos se fotodegradan, es decir, que al entrar en contacto con la luz solar lentamente se degradan en pedacitos muy pequeños conocidos como “microplásticos”, indica Molteni.
Los microplásticos son partículas o piezas casi imperceptibles de aproximadamente 5 milímetros que, como menciona Molteni, permanecen en el planeta tras la degradación de los residuos de plásticos. Los daños al ambiente y a la salud humana son causa de preocupación. “Son un peligro muy grande para la vida terrestre y marina: contaminan el agua, impactan en la reproducción y el sistema inmunológico, puede provocar lesiones o incluso la muerte de las especies”, explica la directora de Eco House.
Pero sus efectos también repercuten a nivel social y económico, sobre todo en actividades que tienen que ver con el turismo. Muchas playas de la Argentina y del mundo se han visto afectadas por la presencia de basura marina en sus costas, algo que aleja a los turistas de esos lugares indefectiblemente, solo por nombrar un ejemplo.
Es aquí entonces, donde cobra relevancia el término desplastificar y la necesidad de pensar un mundo libre de plástico.
Qué es la desplastificación
Para entender qué es la desplastificación, en primera instancia, habría que dividirla en dos. Primero, en “Des”, prefijo latino que significa “dejar de…” y, por el otro, “plastificación”, que se refiere al proceso de plastificar. Ahora es simple comprender el concepto: “Dejar de plastificar, dejar de producir plásticos”.
Ahora bien, el plástico descartable está presente en casi todo lo que comemos, ya sea un alimento congelado o incluso una bebida; es parte de nuestra vida. De acuerdo a National Geographic, cada minuto se venden más de un millón de botellas de plástico en el mundo. Entonces si está tan incorporado en nuestra vida ¿es realmente factible dejar de consumirlo?
La respuesta es positiva, pero requiere de un proceso de cambio gradual, comprometido y responsable. “Desplastificar implica re-pensar la manera en que consumimos, explorar nuestra relación con este material, educarnos sobre la temática y elegir mejor. Desplastificar no significa que hay que tirar todas las cosas de plástico que tenemos en casa, implica un cambio en nuestras acciones en pos de ser un consumidor más responsable”, sostiene Molteni.
Pero el proceso de desplastificación tiene un antecedente crucial, que ya se ha puesto en marcha y, por fortuna, son cada vez más las personas que comprenden lo importante que son las 3R. Es necesario acompañar ambas acciones para contrarrestar los efectos del plástico.
Las 3R y desplastificar: la importancia de unir ambos procesos
Reducir, reciclar, reutilizar. Tres palabras que ya hemos escuchado a menudo y que son indispensables para cuidar nuestro medio ambiente. Este circuito se empezó a poner en práctica hace algunos años y tuvo como objetivo que el mundo comprendiera lo importante que es diferenciar entre lo que puede considerarse basura y aquello que no.
Pensemos en Argentina. Hace unas pocas décadas, los tachos y las bolsas reutilizables no existían o, al menos, no tenían la “masividad” de la que hoy gozan. La gran mayoría de las personas se deshacía de sus residuos por igual y no había ningún tipo de separación entre restos orgánicos, papel y plásticos.
La lucha de diversos organismos ambientales posibilitó que hoy eso sea diferente. De hecho, para Molteni la regla de las 3R, sigue siendo vital para el cambio y es la que permitirá pasar a la desplastificación definitiva en un futuro cercano.
“Hay que repensar en lo que se necesita y lo que no. Empecemos por rechazar los vasitos de plásticos y llevar nuestra propia botella, sigamos con rechazar las bolsas y llevar la nuestra reutilizable, y vamos de a poco convirtiéndonos en expertos. Pensemos siempre en las 3r: reducir, reutilizar y reciclar”, manifiesta.
El impacto del plástico en la Argentina
En 2022, el Observatorio de Residuos Peligrosos de las Universidades de Rosario y Buenos Aires, confirmó que en Argentina se generan más de 11 millones de toneladas de plástico y solo un 9,6% fue tratado de manera responsable y teniendo en cuenta sus efectos.
Por otro lado, las empresas también están involucradas en las consecuencias dañinas de este material, ya que solo el 8% de ellas pone en práctica acciones de reciclado y reutilización.
Los residuos de plásticos normalmente terminan en basurales a cielo abierto (en Argentina existen cerca de 5.000) convirtiéndose en un núcleo central de la contaminación por:
- La producción de gases del efecto invernadero.
- Degradación del suelo y proliferación de plagas.
Entonces, ¿es suficiente con la reducción y la reutilización del plástico? Lo cierto es que, si bien, hoy los argentinos tenemos mayor responsabilidad ciudadana respecto de cómo consumimos, de la generación de residuos y de su separación, aún queda mucho camino por andar. Es muy importante apostar, en este sentido, por la economía circular y comprender que no todo es “descartable” tal como dice Molteni.
Si no se puede dejar de consumir, que es lo que propone la desplastificación, entonces, que se le de un nuevo uso a ese objeto, tal como sucede con muchos emprendimientos sustentables jóvenes como puede ser el caso de Proyecto Mutan, que produce lentes con elementos reciclados.
Ahora bien, la contaminación ha avanzado a pasos agigantados por sobre estas iniciativas y, por tal motivo, darle más valor a la desplastificación hoy resulta indispensable para frenar los efectos perjudiciales en el medio ambiente.
Este fenómeno surgió justamente para llamar la atención de los habitantes de todo el planeta y está claro que eliminar por completo su uso no se producirá de la noche a la mañana, pero sí es importante ponerse a disposición de nuestro ambiente y cambiar el modo de consumo.
“Si seguimos eligiendo los productos que están llenos de plástico, si seguimos comprando el zapallo cortado en la bandeja de telgopor envuelto en plástico, se va a seguir haciendo. Si dejamos de consumir esas cosas y empezamos a consumir responsablemente, el mercado no va a tener otra alternativa que evolucionar junto a nuestra conciencia”, dice Molteni.
Tips útiles para desplastificar
Como se decía anteriormente, reducir el consumo de plástico y luego desplastificar no es un proceso sencillo, pero es menester dar un paso hacia adelante y empezar ahora mismo. Estas son algunas de las recomendaciones principales para llevar a cabo:
- No tomar bebidas frías o calientes en plástico, tratar de usar una botella o taza reutilizable.
- Comprar alimentos a granel para evitar los empaquetados y bolsas de plástico.
- Llevar siempre una bolsa reutilizable de tela para hacer cualquier tipo de compra.
- Utilizar cepillos de bambú para mitigar el impacto ecológico.
- Dejar de usar tuppers de plástico e ir por envases o recipientes de cristal.
Fuente: Econosus