Sembrada, cosechada y desechada en la basura: el ciclo de vida del 40% de la comida que producimos
Hasta hace poco se decía que la comida que tiramos a la basura contribuía con el 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo. Pero el último informe de WWF, titulado ‘Enviado a la basura’, revela que el problema es mucho mayor.
Al cálculo anterior publicado en el Índice de Desperdicio de Alimentos del Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas, la nueva información añade unos 1.200 millones de toneladas de alimentos perdidos en las granjas, lo que suma un total de 2.500 millones de toneladas de comida que se van a la basura. O lo que es lo mismo, el 40% de todos los alimentos que se producen.
Estos alimentos que se pudrieron o que simplemente no llegaron a las tiendas por no cumplir con ciertos estándares son responsables del 10% de las emisiones globales.
Los motores de la pérdida de comida, es decir, antes de que llegue a las tiendas, supermercados y hogares son diversos y los hay directos e indirectos. Entre los directos hay factores ambientales (sequías, inundaciones, heladas, etc.), biológicos (enfermedades e invasiones de insectos, por ejemplo), factores de tecnología e infraestructura (falta de lugares de almacenamiento o de máquinas para mantener la cadena de frío, malas vías de transporte que impidan que los alimentos lleguen a los consumidores a tiempo, por ejemplo) o las distintas prácticas de cría, pesca y agricultura.
Por otro lado, existen los factores que indirectamente causan pérdidas de comida, como la elección de productos por parte del consumidor, los estándares estéticos que puedan imponer algunos comercios para ciertas verduras y frutas, o las decisiones de empresa con respecto a las fechas de vencimiento de los productos.
Casi una quinta parte de este desperdicio ocurre en nuestras casas. Se estima que de media, en el mundo, cada persona desecha 74 kilos de comida al año. Una cifra que no varía mucho entre economías.
La investigación descubre que «se necesitan medidas para abordar la pérdida de alimentos en las explotaciones a nivel mundial y no solo en regiones específicas. Las intervenciones en el pasado han tendido a centrarse en soluciones técnicas, abordando problemas con la tecnología agrícola o el almacenamiento, ignorando en gran medida los factores socioeconómicos y de mercado que dan forma al sistema agrícola. A través de estudios de casos en una variedad de regiones y tipos de productos alimenticios, esta investigación descubre el impacto de las decisiones tomadas más adelante, en los mercados e incluso por el público, en los niveles de pérdida de alimentos que ocurren en la granja».
Según Camila Cammaert, coordinadora de Sistemas Alimentarios Sostenibles en WWF Colombia, en entrevista con France 24, «lo que está sucediendo es que esta comida se está perdiendo por criterios de consumo, de mercado, porque no hay quien compre alimentos que no tengan ese tipo de estándares, por sobreoferta de ciertos alimentos o porque siempre queremos tener los mismos alimentos disponibles en el mercado y estamos castigando otros».
Un desperdicio de recursos naturales y una burla a los millones de personas que pasan hambre
Aunque estos dos conceptos suenen igual, no son lo mismo. Alimentos perdidos son todos aquellos que se estropean o se descartan en la producción, el transporte, la distribución y el procesamiento de estos. Mientras que el desperdicio se refiere a los alimentos que se echan a perder en la venta al por menor y durante el consumo. Es decir, los que se pudren, por ejemplo, en tiendas, hogares o restaurantes.
Que los alimentos terminen en la basura es además una pérdida de recursos enorme. Se desperdicia el agua utilizada para el cultivo de vegetales y frutas o la cría de ganado. Además, hace que la pérdida de biodiversidad causada por la modificación de terrenos vírgenes para la agricultura o ganadería o la contaminación de suelos con los pesticidas o fertilizantes que se hayan usado durante el cultivo sea en vano.
Pero quizás lo más indignante de saber que más de dos terceras partes de la comida que se produce se bota es que, en 2020, entre 720 y 811 millones de personas en el mundo pasaron hambre y casi una de cada tres personas en el planeta no tuvo acceso a una dieta adecuada o saludable.
Precisamente para buscar soluciones a esta situación se llevó a cabo en Roma, en la sede central de la agencia de la ONU para la Alimentación y la Agricultura, la precumbre sobre los Sistemas Alimentarios, cuyo evento principal se celebrará a finales de año en Nueva York. Fue la primera asamblea mundial dedicada a la reforma profunda del modo en que se cultivan, comercializan y consumen los alimentos.
Un largo camino para lograr la meta de reducir a la mitad la pérdida y desperdicio de alimentos
Uno de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados en 2015 es el de garantizar maneras de consumo y producción sostenibles. En este ODS está incluida la meta 12.3 de reducir a la mitad el desperdicio y las pérdidas de alimentos per cápita, de aquí a 2030.
Una responsabilidad que es compartida por todos los sectores de la sociedad. Para que sea una realidad WWF insiste en que es necesario que los gobiernos y las empresas adopten el enfoque de ‘Definir, Medir y Actuar’.
Definir sus objetivos específicos de reducción de pérdida y desperdicio de alimentos. Medir las cantidades que se pierden y desperdician, para así descubrir qué se necesita hacer y dónde se necesitan implementar cambios. Y, finalmente, actuar con estrategias concretas para solventar esta problemática, que traerá ventajas tanto para el ser humano como para el planeta: mejorará la seguridad alimentaria, abordará el cambio climático reduciendo las emisiones y, por lo tanto, el calentamiento global, frenará la pérdida de biodiversidad y el consumo de recursos y traerá ahorros importantes a las economías de los hogares.
Fuente: France24