La brecha productiva: una oportunidad de mejora para el campo argentino
Por Agustín Barberis, CEO de Agrology.
Desde hace muchos años, un amigo y colega, Juan Pablo Monzon, productor agropecuario e investigador en CONICET, viene estudiando y trabajando en un tema que es crucial para nuestro sector: la brecha productiva, entendida como la diferencia de rendimiento que existe entre lo que los productores obtienen de sus cultivos y lo que podrían obtener.
El factor diferenciador que permitiría achicar esa distancia, explica Monzon, es la incorporación de tecnología para hacer los procesos más eficientes, fundamentalmente en lo que respecta a cultivos de trigo, maíz, soja y girasol. Esa innovación podría derivar en un aumento del rendimiento de entre 30% y 40%, dependiendo de cada caso.
Siguiendo esa línea, los datos de Agrology indican que las brechas de rendimiento pueden llegar hasta 10 toneladas por hectárea en cultivos como el maíz en la zona Núcleo, parte de La Pampa, Buenos Aires y Córdoba, en campañas muy dispares en lo climático. En soja y girasol los valores son menores, pero no menos importantes.
En ese contexto, Monzon explica que para incrementar la producción de granos a nivel mundial existen distintos caminos a tener en cuenta. Por un lado podrían ampliarse las áreas cultivadas, es decir, agregar más hectáreas al área sembrada actual, lo cual tendría un gran costo ambiental porque se avanzaría sobre tierras frágiles. Una segunda alternativa sería intensificar el uso de las tierras (más cantidad de cultivos por unidad de tiempo), aunque solo impactaría en una leve suba de 15% en los sistemas productivos. La última, y de gran potencial, consistiría en acrecentar el rendimiento por superficie, y para ello hay dos ideas que pueden ejecutarse en simultáneo: mejorar la genética de los cultivos y cerrar la brecha productiva.
La tecnología juega un papel central en este último punto. Y no me refiero únicamente a tecnología “dura” como la compra de cosechadoras, tractores, sembradoras, etc, sino al uso de plataformas digitales que permitan conocer, evaluar y comparar indicadores, así como también a la aplicación de inteligencia artificial y robótica para ganar eficiencia y orientar las prácticas de manejo para sacar el máximo potencial productivo de cada ambiente.
Las organizaciones internacionales más importantes toman nota de esto: la ONU informa que la población mundial superará los 9.000 millones de habitantes en los próximos 30 años y que la demanda de productos agrícolas se incrementará un 70%. Y propone una solución; recurrir a la inteligencia artificial para los procesos de producción actuales y así triplicar la producción de alimentos sin ampliar la superficie.
Los productores agropecuarios argentinos, más que en ningún otro país en el mundo, deben tener a mano datos de mercado en tiempo real para tomar mejores decisiones: rendimientos de cultivo, precio de venta y comercialización de granos, costos de semillas, fitosanitarios y fertilizantes, entre otros inputs informativos; entender qué funciona y que no en su zona, mirar el ecosistema productivo para tomar ideas y nivelar su producción “hacia arriba”, con espíritu de cooperación y no de competencia.
Para eso es necesario generar un cambio de mentalidad y apostar a la innovación colectiva. Es necesario que los productores desarrollen una mirada comunitaria y trabajar unidos, potenciados por los datos y pensándose como un sector indispensable para la recuperación de Argentina. Solo así podremos convertir las brechas productivas en oportunidades de crecimiento.