Congreso CREA 2022: Cambio de paradigma e impacto social
En el final de la segunda jornada del Congreso Nacional CREA 2022 se pudieron conocer algunos casos de emprendedores criados en el campo a los que un espíritu inquieto los llevó a transformar la realidad. Inés Mengido, Lucas Recalde y Marina Muscolo contaron cuáles fueron los propósitos que los impulsaron y cómo lograron llevar la experiencia individual a la esfera colectiva.
Mengido es co-fundadora de Compostame, la primera marca de envases sustentables de producción nacional. Viene de una familia de campo en la localidad de Lincoln, provincia de Buenos Aires, y su amor por el arte la llevó a estudiar la carrera de diseño industrial, donde sintió que le enseñaban a pensar, a mirar las cosas de una forma amplia, pero un día conoció el concepto de la obsolescencia programada y empezó a entender a la basura como un error de diseño. “Me dije: no quiero ser parte de esto, voy a usar todas estas herramientas que estoy aprendiendo para cambiarlo desde adentro”.
El cordobés Lucas Recalde es director de la firma 3 Construcciones, que recupera plásticos y sin uso de agua y casi sin energía los transforma en viviendas mediante un proceso industrial que permite construir blocks de aproximadamente un metro cuadrado aptos para la construcción.
Su propósito proviene de un dolor, un enojo. Trabajando en el campo familiar entró en contacto con la difícil realidad de las familias de las empleadas, muchas de ellas madres solteras de situaciones muy vulnerables. “Empecé a querer meterme en sus realidades, a tratar de entender por qué sus hijos no las ayudaban. Vi que había muchos problemas de adicciones y quise empezar a contratarlos pero era difícil, no venían. Entonces me enojé muchísimo, no lo podía comprender. Cuando los empezás a conocer y ves las problemáticas que hay, entendés que no entendés nada. Tal vez no hay que entender, sino aceptar”, dijo.
A Marina Muscolo desde chica le atrajo la naturaleza, el campo y su dinamismo. Se recibió de Ingeniera Agrónoma y se interesó especialmente por la polinización. Hoy es apicultora, pero además, inspirada en el funcionamiento colectivo de las abejas, fundó Reinas de Corazones, una organización mediante la cual ayuda a muchas mujeres rurales a incorporarse a esta actividad. “Lo mío son las abejas, ellas recorren cada rincón de la naturaleza y traen esa información. Si las colmenas que tenemos en los campos crecen y producen podrían ser incluso nuestra licencia para seguir trabajando, porque querría decir que estamos haciendo las cosas bien”, dijo, y agregó: “Cuando abro la colmena y escucho el sonido de las abejas siento paz, siento que aporto mi pequeño grano de arena al mundo”.
A la hora de contar como fue que pasaron de la experiencia personal a lo colectivo, Mengido contó que cuando se encontró con el problema de la obsolescencia programada se preguntó: ¿Cómo genero una profesión detrás de eso? Hizo su tesis de la facultad sobre un packaging sustentable y luego, junto a algunas amigas, decidió lanzarse a ser emprendedora. Armaron una empresa B, es decir, de triple impacto: económico, social y ambiental. La respuesta estaba en los bioplásticos. Con ese producto, hoy logran reducir toneladas de plástico y aumentan las toneladas de residuos compostados. “Creemos que todos podemos ser parte de la solución a las consecuencias del consumo y el descarte y brindamos herramientas para hacerse cargo de ello”, explicó.
Creemos que todos podemos ser parte de la solución a las consecuencias del consumo y el descarte y brindamos herramientas para hacerse cargo de ello.
Por su parte, Recalde cuenta que para él era muy difícil trabajar en lo social desde la visión de una empresa. Empezó a preguntarse cómo adaptar y resolver las problemáticas que veía y a su vez generar externalidades positivas. Entonces desarrolló un sistema constructivo que no usa ni agua ni energía y que se puede llevar a cualquier lado, y que usa como materia prima el plástico. De esa forma empezaron a generar empleo, construir casas y construir comunidades.
Muscolo contó que veía a las mujeres rurales que no tenían trabajo, y empezó a ver en las abejas una posibilidad para ellas. “Hay que tomar a la mujer rural como una aliada en las empresas agropecuarias. Son personas que están muy capacitadas, pueden subirse a un tractor, manejar una computadora, andar a caballo, y además se quieren quedar en el campo”, dijo. Con esa conciencia, desde Pehuajó, en el oeste bonaerense, formó una red de mujeres rurales, se alió con el INTA para capacitarlas, y hoy gracias a eso hay 1.700 mujeres capacitándose en apicultura en todas las provincias de la Argentina y en 17 países más. Además, a algunas les entregan material para que arranquen con el oficio, y luego las que quieren pueden donar algo de miel para que se compre equipos para más mujeres.
Hay que tomar a la mujer rural como una aliada en las empresas agropecuarias. Son personas que están muy capacitadas y además se quieren quedar en el campo.
“Nos inspiramos en el funcionamiento de las colmenas, donde la vida de cada abeja depende de todas las demás”, dijo Muscolo. Y luego afirmó: “Quiero eliminar el paradigma de que las mujeres no tenemos las mismas capacidades que los hombres. Me duele que seamos una minoría entre los ingenieros agrónomos. Tenemos que estar porque agregamos valor, las empresas con mujeres son más rentables, son más sustentables”, aseguró.
Sobre el final, Mengido dijo que quiere terminar con el paradigma del desarrollismo. “Hoy si te va bien o mal tiene que ver con la rentabilidad de tu negocio, esas curvas hacia el infinito, de bajar costos y maximizar ganancias. Hay que agregar otras variables: ¿cuánto impacto estamos generando? ¿Qué estamos dejando para las próximas generaciones?”.