Qué necesita Buenos Aires para convertirse en una ciudad de los 15 minutos
Hay un concepto que los urbanistas del gobierno porteño vienen desarrollando hace un tiempo: el de la ciudad de los 15 minutos. El modelo se está aplicando en diferentes países promovido por una corriente de expertos que intentar hacer crujir el sistema y otorgar nuevos parámetros de convivencia a la gente, brindándole la posibilidad de acceder a todas sus necesidades cerca de sus viviendas.
La propuesta implica la creación de nuevas áreas peatonales, calles verdes o de encuentro, la profundización de la política urbana en la que el peatón sea la prioridad y, sobre todo, ofrecer espacios para satisfacer las demandas de recreación, educación, salud, trabajo y de comercio. Más zonas exclusivas para bicicletas, el reordenamiento de los recorridos de los colectivos y un transporte públicos más rápido y eficiente son también parte del plan.
En varias zonas de la ciudad se estudia aplicar este concepto, incluso el microcentro donde se aprobó una transformación que cuenta con incentivos para convertir, entre otras cosas, edificios corporativos y de oficinas en viviendas familiares de uso residencial. En este escenarios, ¿podrá Buenos Aires convertirse en una ciudad de los 15 minutos?
“Esto no se resuelve con una varita mágica. Las ciudades no se transforman del día a la mañana porque son ciudades de millones de personas, con más de 100 años de urbanismo, de zonificación, de grandes autopistas, de carriles para autos. Echarle reversa a ese proceso no se hace de la noche a la mañana”, explicó el urbanista colombiano Carlos Moreno, de la Universidad francesa de La Sorbona, impulsor de la idea de ciudades de proximidad, en un diálogo con LA NACION.
El tema fue uno de los ejes de debate de la Cumbre Mundial de Alcaldes C40 que se realizó en la ciudad la semana pasada, en la que más de 100 alcaldes de las principales ciudades del mundo se reunieron para firmar, en conjunto, una declaración contra el cambio climático; del encuentro también participaron intendentes de 150 ciudades de todo el país y referentes del sector público y privado.
Moreno, como referente del modelo que se viene aplicando en diferentes ciudades, profundizó los alcances de este concepto. “La ciudad de los 15 minutos es un marco de pensamiento de la ciudad para transformarla alrededor de los servicios que pueda ofrecer en todos los ámbitos, básicos y esenciales, que son seis: alojamiento de calidad, disminución de los desplazamientos hacia el trabajo para no tener que viajar todos los días dos horas, circuitos cortos de compras, un buen tratamiento de la salud física y mental, el acceso a la educación y cultura, y el espacio público para la gente”, enumeró el experto.
Este modelo, de acuerdo a su experiencia, puede aplicarse en cualquier ciudad y es independiente del tamaño y la densidad porque se trata de cómo ofrecer regeneración de servicios, reducción de los transportes y una mayor satisfacción social. “En una ciudad como Buenos Aires es clave reequilibrar los servicios transformando la manera de acceder al trabajo, a las zonas verdes, al cine, a la educación, a las compras. Es el proceso de regeneración urbana lo que llevará al éxito”, suelta Moreno.
—¿De qué forma se deben reequilibrar los servicios?
—Hoy un edificio sirve para una sola actividad, el trabajo por ejemplo, pero eso es parte del pasado porque después de la pandemia ya nadie quiere ir a esos edificios corporativos. A la gente de 30 ó 40 años eso ya no le interesa, por eso hay nuevas formas de trabajo remoto. La gente que tiene trabajos que no se desmaterializan prefieren renunciar a volver a esos trabajos. Esos edificios deben contener todo tipo de actividades y rubros. Esa es parte de la transformación.
—¿Los gobiernos y el sector privado acompañan esos cambios?
—El sector de la construcción e inmobiliario comprendieron esa transición y la están aplicando. Ya se están firmando acuerdos para cambiar la forma de construir porque la tasa de ocupación de los edificios corporativos es del 20% dos años después de la pandemia. Allí hay espacios vacíos; se pueden hacer modificaciones estructurales para instalar cines, salas de deportes, hospitales, escuelas, no en un solo edificio sino en zonas.
—¿Cuáles son las barreras que debe superar el proceso hacia las ciudades de los 15 minutos?
—El problema es que vivimos con un paradigma de los años 30, que es el zoning, la Carta de Atenas de Le Corbusier, que le dio una organización a las ciudades en zonas de economía, de educación, de clase rica y pobre, urbanismos zonificados que se caracterizaron por segregar, por provocar una fractura. El movimiento que oponemos no es nuevo: en los 80 hubo una declaración anti zoning, anti Le Corbusier, diciendo que la ciudad debía ser una sola en la cual mezclar las actividades y que regeneran las ciudades con impactos sociales, que se mezclen, para luchar con esa visión segregativa.
—¿La sociedad fue impulsando esos cambios?
—El concepto de los 15 minutos se trabaja hace 10 años, pero la alcaldesa de París [Anne Hidalgo] lo tomó en 2019 como bandera electoral porque entendía que los cambios climáticos debían ir más allá de cuestiones técnicas para aumentar la calidad de vida social. El Covid-19 nos dio un impulso muy grande porque estuvimos obligados a vivir en proximidad, se abrió una puerta. Se explica fácilmente: es un marco de pensamiento que se puede aplicar de la misma manera en Corea, en la Argentina, en Francia, en África, en una ciudad de 10 millones de habitantes o un pueblito de 10.000 habitantes. La gente está interesada en esos cambios porque después del Covid-19 cada cual está buscando un sentido a la vida, muy distinto que perder su vida para ganarla.
Mauricio Giambartolomei para La Nación