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En la nueva Encíclica Francisco pidió a Occidente cambiar su «estilo de vida irresponsable» por el cambio climático

Se dio a conocer la exhortación apostólica «Laudate Deum» (ALABEN A DIOS), publicada por el Vaticano.

El papa Francisco pide que Occidente cambie su «estilo de vida irresponsable» para frenar lo que considera una «crisis climática» que es responsabilidad del ser humano, al tiempo que, en un nuevo escrito, critica a los negacionistas del cambio climático y rechaza que se culpabilice a los pobres por el calentamiento global.

En su nuevo escrito, el Papa pide que los participantes de la cumbre ambiental COP28 que se hará en diciembre en Dubai actúen «por el bien común» y no sigan los intereses «de algunos países o empresas».

Al analizar los «avances y fracasos» de las Conferencias de las Partes (COP) en la que los países se reúnen cada año para tratar la cuestión climática, Francisco se focaliza en la expectativa del próximo encuentro que se hará en lo que define como «un país del Golfo Pérsico que se caracteriza por ser un gran exportador de energías fósiles, si bien ha hecho importantes inversiones en energías renovables».

«Ojalá quienes intervengan puedan ser estrategas capaces de pensar en el bien común y en el futuro de sus hijos, más que en intereses circunstanciales de algunos países o empresas», pide el pontífice de cara al encuentro, antes de agregar que «ojalá muestren así la nobleza de la política y no su vergüenza».

«Un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo», plantea el pontífice en la última frase de su exhortación apostólica «Laudate Deum» (alaben a Dios «.

En el escrito de explícita continuidad con su encíclica de 2015 Laudato si’, Francisco sostiene la necesidad de volver a llamar la atención en materia ambiental a causa de la aceleración de sucesos como el aumento de las temperaturas terrestres provocado por la acción del ser humano y la falta de resultados de las cumbres dedicadas a frenar estas tendencias cuando, dice, «el cambio climático es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial».

«Ya no podemos dudar de que la razón de la inusual velocidad de estos peligrosos cambios es un hecho inocultable: las enormes novedades que tienen que ver con la desbocada intervención humana sobre la naturaleza en los dos últimos siglos», plantea en la exhortación.

En un contexto en el que «es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas», Francisco considera que algunas de sus consecuencias ya son «irreversibles» al menos por cientos de años, aunque cree que aún hay margen para que la humanidad frene antes del abismo climático, por eso, afirma que «ciertos diagnósticos apocalípticos suelen parecer poco racionales o insuficientemente fundados».

En el escrito, el Papa reconoce por un lado la importancia de las pequeñas acciones, como la reducción de desperdicios o los consumos responsables, aunque advierte que «las soluciones más efectivas no vendrán sólo de esfuerzos individuales, sino ante todo de las grandes decisiones en la política nacional e internacional».

En otro párrafo, el Papa dice que  «si consideramos que las emisiones per cápita en Estados Unidos son alrededor del doble de las de un habitante de China y cerca de siete veces más respecto a la media de los países más pobres, podemos afirmar que un cambio generalizado en el estilo de vida irresponsable ligado al modelo occidental tendría un impacto significativo a largo plazo».

En el plano internacional, además de pedir que haya soluciones concretas en la próxima cumbre ambiental COP28 de Dubai, reclama un nuevo multilateralismo como forma de poder hacer más espacio a nuevos esquemas de decisiones.

«Si confiamos en la capacidad del ser humano de trascender sus pequeños intereses y de pensar en grande, no podemos dejar de soñar que esta COP28 dé lugar a una marcada aceleración de la transición energética, con compromisos efectivos y susceptibles de un monitoreo permanente», asegura.

«Esta Convención puede ser un punto de inflexión, que muestre que todo lo que se ha hecho desde 1992 iba en serio y valió la pena, o será una gran decepción y pondrá en riesgo lo bueno que se haya podido lograr hasta ahora», agrega.