“El cambio del clima es imparable y va a darse sí o sí”
El meteorólogo colombiano Max Henríquez comenta que los fenómenos extremos de El Niño cada vez son más intensos, además que “en los últimos años se repiten uno detrás del otro”.
*Por Antonio José Paz Cardona para Mongabay LATAM./BIOGUIA
El fenómeno de El Niño comenzó en julio de 2023, pero trajo buena parte de sus efectos devastadores hasta inicios de este año. Sequías e incendios en el norte de Sudamérica e inundaciones y deslizamientos a lo largo de la costa Pacífica han sido algunas de las consecuencias, que se han visto agravadas debido a una falta de gestión oportuna de los gobiernos de la región para prevenir y gestionar desastres.
En Colombia, por ejemplo, hasta el 25 de febrero se registraron 860 incendios que afectaron 392 municipios y 42 316 hectáreas de bosques y páramos, según cifras de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres (UNGRD).
En Bolivia, Ecuador y Perú las consecuencias de este evento de variabilidad climática están representadas en intensas lluvias, inundaciones y deslizamientos de tierra. El último reporte del viceministerio de Defensa Civil de Bolivia indica que desde noviembre de 2023 han muerto 43 personas y más de 35 000 familias han resultado damnificadas en los nueve departamentos del país. En Ecuador, la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR) reportó seis personas fallecidas y más de 115 000 afectadas, mientras que Perú al menos seis personas fallecieron durante la primera semana de marzo y 20 regiones han sido declaradas en emergencia, de acuerdo con el Instituto Nacional de Defensa Civil.
Se espera que en el transcurso de marzo el fenómeno de El Niño empiece su periodo de debilitamiento y se tengan varios meses de normalidad en las temperaturas del océano Pacífico. Sin embargo, hacia el segundo semestre del 2024 hay altas probabilidades de que llegue el fenómeno de La Niña, ocasionando sequías en Perú, Bolivia, Ecuador y gran parte de Sudamérica, pero con lluvias para Colombia y Venezuela.
¿Cuándo terminará el actual Niño? ¿A qué se debe el aumento en la frecuencia no sólo del fenómeno de El Niño sino también de La Niña? ¿Por qué sus efectos son contrarios en varios países de la región? ¿Qué impacto tiene el cambio climático en la intensidad de estos dos fenómenos? Mongabay Latam conversó sobre estos y otros temas con el meteorólogo colombiano Max Henriquez, exsubdirector de Meteorología del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) y profesor e investigador sobre clima, cambio climático y desastres.
—El océano Pacífico cumple un papel clave en la formación de El Niño. ¿Qué debe suceder en el mar para que se origine este fenómeno?
—Tienen que ocurrir varias cosas. Lo primero es que deben debilitarse los vientos alisios (vientos que soplan de manera regular de este a oeste, desde las altas presiones subtropicales hacia las bajas presiones ecuatoriales). Sobre todo, hay que tener en cuenta el sistema de alta presión que se encuentra frente a Chile; allí la atmósfera tiene una alta y constante presión y cuando se debilita da paso a lo que se denomina fenómeno de El Niño. Al debilitarse ese sistema de alta presión, los vientos alisios que llegan hacia la zona ecuatorial del Pacífico son más débiles, entonces no empujan la atmósfera ni el océano desde las costas de América del Sur hacia Asia, sino al contrario: el mar asiático, que es más caliente que el sudamericano, se regresa. Hay una contracorriente oceánica y una contracorriente atmosférica que trae aguas cálidas hacia las costas sudamericanas. Eso es lo que se conoce como fenómeno de El Niño. En términos generales, y en condiciones normales, la temperatura de las aguas superficiales del Océano Pacífico ecuatorial en América del Sur, frente a las costas de Ecuador y Perú, es de unos 20 grados centígrados, mientras que al otro lado, en Asia, ronda los 30 grados.
—¿Por cuánto tiempo más se extenderá el actual fenómeno de El Niño?
—Este fenómeno de El Niño ya está declinando. Las anomalías de la temperatura en el océano Pacífico empiezan a normalizarse. Los modelos numéricos que corren en los centros internacionales indican que entre marzo, abril y mayo el clima se va a normalizar. Es necesario esperar para ver si esto se cumple, pero es muy probable que sea así.
Es probable que marzo tenga un par de semanas muy secas, pero luego van a comenzar a aparecer las nubes y las lluvias en buena parte del territorio colombiano. En el desierto de las zonas costeras de Ecuador y Perú, las lluvias se van y regresa la sequía habitual del desierto.
—¿Cuándo se puede afirmar que un fenómeno de El Niño finalizó?
—Para hacer las previsiones del fenómeno de El Niño se toma como referencia la temperatura del océano Pacífico centro-occidental, porque cuando esta zona se calienta o se enfría es cuando más impacto se tiene en la mayoría de los países.
—¿Cuáles son las consecuencias sociales que está provocando el fenómeno de El Niño y que no se están valorando en su justa dimensión?
—Si antes se presentaba un fenómeno de El Niño cada siete años y ahora se presenta cada tres, obviamente las sequías van deteriorando los ecosistemas y por eso el impacto es mucho más severo. Si se afectan los ecosistemas, estamos hablando de que también se afecta el régimen hidrológico y meteorológico. Entonces, a la vuelta de la esquina vamos a ver que se entra en una etapa de deterioro de la cantidad de precipitación, ya sea de más lluvias o menos lluvias, dependiendo de cada país. Eso nos obliga a adaptarnos y eso significa, por ejemplo, que los cultivos van a tener que cambiar las fechas de siembra y de cosecha porque las temporadas invernales pueden correrse. Si los agricultores no siguen esa nueva regla, van a sufrir unas pérdidas enormes, que los afecta no sólo a ellos sino a las economías de los países. Estas cosas hay que tomarlas con mucha seriedad y la adaptación tiene que ser basada en los estudios científicos. El cambio del clima es imparable y va a darse sí o sí.
—¿Qué tanto influye el cambio climático en la intensidad y frecuencia de eventos de variabilidad climática como El Niño y La Niña?
—Estamos teniendo Niños y Niñas cada vez más largos. Hace poco salimos de un fenómeno de La Niña de tres años (2020-2023), esto quiere decir que las temperaturas del océano Pacífico estuvieron por debajo de los valores promedios durante ese tiempo. La huella del cambio climático se refleja en ese tipo de comportamientos que están alterando la variabilidad climática de los países. Con esto se altera también el régimen de lluvias y se alteran las siembras en los campos. Toda la naturaleza sufre un proceso de cambio y hay una extinción mayor de especies que no se adaptan a estos cambios. Esto se está dando de manera muy rápida y ahí está la mano del hombre en el cambio climático.
—¿Se han identificado tendencias en el comportamiento de los recientes fenómenos de El Niño y La Niña?
—Estamos teniendo fenómenos de El Niño y la Niña cada vez más seguidos, pero los fenómenos intensos, es decir, los más fuertes, cada vez son más espaciados. Estos eventos más fuertes e intensos se daban cada ocho años, luego pasaron a ser cada 12, luego cada 18, y ahora se espera que los próximos Niño y Niña más extremos ocurran cada 20 años. En el caso de El Niño, mientras más intenso sea el fenómeno y más anomalía de temperatura tenga el océano, es decir, mientras esté más caliente, más impacta en el clima no sólo en América del Sur, sino de todo el mundo, porque se trata de un fenómeno global.
—¿Se puede asegurar que La Niña es el fenómeno opuesto a El Niño?
—Sí. En la Niña ocurre todo lo contrario a lo que pasa en El Niño. Los vientos alisios se intensifican y hay más agua fría fluyendo de América del Sur hacia las costas de Asia. En Colombia, por ejemplo, eso trae como consecuencia la presencia de lluvias excesivas que producen gran cantidad de desastres de tipo hidrometeorológico. Ha habido fenómenos de La Niña donde se han registrado inundaciones hasta en casi la mitad de los municipios del territorio colombiano o, incluso, un poco más.
—¿Después de un fenómeno de El Niño, siempre sigue un fenómeno de La Niña?
—No siempre. Hay casos en los que hay una temporada neutra que dura un año o año y medio, pero normalmente después de un fenómeno del Niño viene un fenómeno de La Niña. Es parte de la naturaleza: todo lo que se calienta, después se enfría.
En los últimos años hemos visto que El Niño y La Niña se repiten uno detrás del otro. Por ejemplo, el año pasado, entre febrero y marzo terminó La Niña que duró tres años y pasamos a El Niño actual, y los centros mundiales que estudian estos fenómenos han anunciado el inicio de un fenómeno de La Niña para el segundo semestre del 2024. Esto significa que en Colombia vamos a pasar de un extremo en déficit de lluvias a un exceso de lluvias en un mismo año.
—A veces se genera confusión en las personas porque El Niño causa sequías en Colombia, pero provoca lluvias en países como Perú y Ecuador. ¿Por qué se generan estos efectos opuestos entre países?
—Las aguas del océano Pacífico, frente a las costas de Ecuador y Perú, habitualmente son frías porque allí llega la corriente fría de Humboldt, que viene de manera submarina por la costa de Chile y surge a la superficie frente a las costas de Ecuador y Perú, generando desiertos como el desierto costero de Perú. Esto es así, salvo cuando se presenta el fenómeno de El Niño, es decir, cuando las aguas del Pacífico cambian de frías a cálidas, se genera la formación de nubes y se presentan las lluvias en el desierto. En algunas ocasiones ese desierto reverdece y hasta se han formado lagos y lagunas. Por supuesto, eso es temporal y dura mientras se estén dando las lluvias asociadas al fenómeno del Niño. En el caso de Colombia, las lluvias se van. El fenómeno de La Niña, por su parte, trae lluvias a Colombia, pero intensifica las sequías en Ecuador y Perú porque está llegando más agua fría a las aguas costeras de la zona, y se sabe que donde hay agua fría, hay desierto, como también es el caso de los desiertos de Namibia, de California, del noroeste de México y de Australia.
—¿Cómo deben prepararse los países para enfrentar lo que queda de El Niño?
—Estamos en un periodo donde las cosas van retornando a su normalidad. Los países debieron prepararse antes, cuando el fenómeno estaba empezando en julio de 2023.
—Aunque los científicos advierten con tiempo sobre la formación de El Niño y La Niña, los desastres siempre ocurren, ¿qué están haciendo bien y mal los gobiernos latinoamericanos en términos de prevención?
—En Colombia la gestión del riesgo prácticamente no se hace, y en Ecuador y Perú la situación es muy similar. Estamos acostumbrados a atender los desastres cuando se presentan, pero la gestión del riesgo es muy poca porque esto representaría, por ejemplo, sacar a la gente de las zonas inundables. En el caso de Colombia, hay aproximadamente tres millones de personas que viven a la orilla de ríos que se desbordan y que se inundan con relativa frecuencia. Cada vez que hay un invierno, hay afectación de barrios que están en el borde de los ríos y cuando hay un fenómeno de La Niña, pues se inunda todo el pueblo. ¿Cómo haces para evitarlo? Tendrías que correr todo el pueblo hacia otro lugar y la gente no se va de ahí porque las personas que tienen menos recursos viven muy cerca de las fuentes hídricas para poder subsistir y satisfacer sus demás necesidades. La situación socioeconómica complica que se tomen medidas como esa. Hacer una verdadera gestión del riesgo se convierte en una tarea casi imposible en países como Colombia, Ecuador y Perú.
—¿Qué le espera a la región cuando finalice El Niño?
—Para los meses de marzo, abril y mayo se espera que haya una sequía en gran parte de América del Sur, exceptuando Argentina, Uruguay, Colombia y Venezuela. Ese déficit de lluvias está marcado por el declive del fenómeno de El Niño. Se prevé que el norte y centro de Colombia estará más lluvioso de lo normal y que en el sur las lluvias estén dentro del promedio. En Venezuela hay una alerta importante por la intensidad de las lluvias en estos próximos tres meses en la parte central y sur del país. Es muy probable que eso se vea reflejado en una gran cantidad de desastres por crecientes de ríos, deslizamientos, inundaciones, etcétera. En el segundo semestre de 2024 se espera que llegue el fenómeno de La Niña y ahí comenzarán otros impactos diferenciados de un país a otro.