Deforestación y cambio climático: las causas detrás de las inundaciones en Brasil
Un mes después de las inundaciones ocurridas en Rio Grande do Sul, en Brasil, ya pasada la urgencia del momento, nos detenemos a analizar sus causas entendiendo el evento como una visión de lo que devendrá cada vez más común; en un escenario futuro caracterizado por eventos climáticos extremos, progresivamente más regulares.
Las precipitaciones, de un nivel del que no se tiene registro en la historia del país, comenzaron el 30 de abril y dejaron al estado brasileño en situación de crisis. Más de 163 personas perdieron su vida y cientos de miles se vieron obligadas a desplazarse de sus hogares. Todos los municipios del estado fueron golpeados, siendo afectados los servicios básicos, la infraestructura, y por supuesto, la fauna y flora.
El Niño y el cambio climático
Por supuesto, hay que mencionar a El Niño como una causa detrás de las fuertes lluvias que provocaron esta catástrofe ambiental. El Niño/Oscilación del Sur es un evento climático natural y períodico, que provoca un aumento de las temperaturas en la parte central y oriental del océano Pacífico ecuatorial. En consecuencia, este fenómeno conlleva un riesgo de aumento de las precipitaciones en ciertas zonas de América del Sur, como Brasil.
Sin embargo, no se puede obviar de la ecuación una causa sumamente importante, que es el contexto de crisis climática en el que ocurre este desastre ambiental. De acuerdo al IPCC, “la frecuencia e intensidad de los eventos de precipitaciones intensas han aumentado en la mayoría de las regiones terrestres con buena cobertura de observación desde 1950. Es extremadamente probable que en la mayoría de las regiones terrestres las precipitaciones intensas se vuelvan más frecuentes y más intensas con el calentamiento global adicional”. Y por supuesto, esas precipitaciones se traducirán en más frecuentes e intensas inundaciones pluviales.
De acuerdo a un estudio del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), en las últimas tres décadas, los estados del sur de Brasil han visto anomalías en torno a los volúmenes de precipitaciones. Sobre todo en la última década, donde el volumen alcanzó los 1.660 mm anuales, lo cual implicó un aumento entre el 10 y 30%, dependiendo la región. De acuerdo al investigador responsable del estudio, Lincoln Alves: “Eventos como este tienden a intensificarse con el cambio climático, volviéndose aún más intensos y frecuentes”.
Las consecuencias del cambio climático son cada vez más tangibles en muchos lugares, y se requiere de profundos cambios sistémicos para lograr evitar las peores consecuencias del mismo. Cambios que, hasta ahora, no se están realizando con la rapidez ni la intensidad necesarias.
Muchas modificaciones que las actividades humanas provocan sobre los ecosistemas son en primer lugar causantes de la crisis climática, y al mismo tiempo afectan directamente a las poblaciones que se ven afectadas por el cambio climático, tal como ocurrió en el caso de Rio Grande do Sul.
Deforestación y el negocio agropecuario
De acuerdo a un estudio de la iniciativa BioMaps, entre 1985 y 2022, Rio Grande do Sul perdió 3,6 millones de hectáreas de su vegetación nativa, lo que corresponde al 22%. Y la principal causa detrás de esta deforestación son las actividades agropecuarias, que constituyen la principal actividad económica del estado.
El territorio de Rio Grande do Sul forma parte del bioma pampeano, que se puede hallar en esa zona de Brasil, en Uruguay y el centro-este de la Argentina. De acuerdo al INPE, el 58.6% de los 176 500 km² que ocupa el bioma en el país ya ha sido convertido a otro uso, principalmente: el cultivo de soja, con fines agropecuarios.
El bioma pampeano trinacional ha perdido desde 1985 un 14,9% de su extensión, mientras que las pasturas y la silvicultura crecieron en ese mismo período en un 20%. En 38 años se perdió un quinto de los pastizales de la región.
Este hecho es extremadamente importante, debido al rol que juega la pérdida de la vegetación nativa como agravante en el desastre natural ocasionado por las inundaciones. Esa vegetación actúa como protectora y amortiguadora frente a los efectos del cambio climático, protegiendo al suelo al reducir la sedimentación, actuando como obstáculo en el recorrido del agua hacia los ríos, y permitiendo la infiltración de ésta en el suelo.
De cara a fenómenos extremos cada vez más comunes e intensos, se torna cada vez más necesario proteger la vegetación restante, así como fortalecer políticas públicas de reforestación y prevención contra catástrofes, para proteger a los ecosistemas y a las poblaciones de futuros desastres “naturales”. En este sentido, desde la responsabilidad ciudadana individual, migrar hacia una alimentación basada en plantas es una de las formas más eficaces y veloces de combatir el cambio climático.
Por Muriel Otero Treacey /BIOGUIA