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El sector sucroalcoholero cierra una zafra en alza y avanza en inversiones mientras espera una nueva ley de biocombustibles

La zafra de caña de azúcar de este año en Argentina está llegando a su fin con una producción que, aunque menor a las expectativas iniciales, ha superado ampliamente los resultados del año pasado. Así lo afirma Jorge Feijóo, Presidente del Centro Azucarero Argentino, quien destacó que la molienda en la provincia de Tucumán cerrará con aproximadamente 17 millones de toneladas, superando las 15,4 millones de la campaña anterior. Si bien no se alcanzarán las 19,5 millones de toneladas proyectadas por la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres a comienzos de la zafra, las heladas de julio y agosto no han frenado el crecimiento del sector, que ha mostrado una marcada recuperación.

Impulso a la producción de bioetanol y exportaciones

El bioetanol, elaborado a partir de la caña de azúcar y utilizado en la mezcla con gasolina, sigue siendo uno de los pilares de la producción azucarera. Este año, se estima que la producción alcance los 600 mil metros cúbicos, un 30% más que los 450.000 metros cúbicos del año pasado. Este aumento contribuye no solo al fortalecimiento de la matriz energética nacional con energías renovables, sino también a una menor dependencia de los combustibles fósiles importados.

En el frente exportador, el sector muestra un impulso sólido: además de los 300.000 toneladas despachadas hasta la fecha, existen contratos firmados que, sumados a lo exportado, llevarían el total a unas 560.000 toneladas, quintuplicando las 120.000 toneladas del año pasado. Estas exportaciones incluyen 230.000 toneladas de azúcar refinada bajo contrato 5 de Londres, 230.000 toneladas de azúcar cruda contratada bajo contrato 11 de Nueva York, y unas 90.000 toneladas de azúcar orgánica. “La demanda internacional se ha consolidado y los precios están muy firmes”, explicó Feijóo. Este incremento refleja el esfuerzo de la industria azucarera argentina para adaptarse a la dinámica de los mercados globales y aprovechar las oportunidades de exportación en un sector que se caracteriza por su volatilidad.

Inversiones sostenibles: diversificación de productos y energía limpia

El sector azucarero en Argentina continúa fortaleciendo su sostenibilidad a través de inversiones estratégicas. BioAtar SA (Grupo Luque) y Compañía Azucarera Los Balcanes SA están ampliando sus capacidades para la producción de bioetanol. Este último, además, inauguró recientemente una central de cogeneración que permite exportar 13,5 MW de energía renovable a la red nacional. Con este proceso, Los Balcanes se convierte en uno de las siete usinas capaces de abastecer el sistema interconectado nacional con un potencial de generación de hasta 400.000 MWh de energía renovable al año.

Asimismo, Ledesma, otro de los actores importantes del sector, puso en marcha este año una innovadora planta que produce vajilla biodegradable fabricada 100% con fibra de caña de azúcar. La inversión de 6 millones de dólares reafirma el compromiso del sector hacia la diversificación y las soluciones sostenibles.

El nuevo marco regulatorio para biocombustibles: un horizonte de oportunidades

El proyecto de ley impulsado por la Liga de Provincias Bioenergéticas, que se encuentra en discusión en el Congreso de la Nación, representa un cambio estructural para el sector de biocombustibles en Argentina. Para Feijóo, esta ley es crucial: «Es una propuesta superadora al régimen actual, que está agotado. Solo se ha cumplido en tres de los últimos 60 meses», explicó. La nueva normativa buscará un esquema más competitivo, sin cupos ni precios fijados por el Estado, y permitirá a las petroleras producir biocombustibles en un mercado de licitaciones por volumen y precio.

Este cambio es vital para el sector azucarero, que genera el 30% de sus ingresos a través del bioetanol. Según Feijóo, la diversificación hacia los biocombustibles ha sido una «tabla de salvación» para el azúcar, permitiendo que sus precios no caigan en un mercado siempre fluctuante. Además, desmitificó la idea de que la producción de energía compite con los alimentos, destacando que la superficie cultivada de caña ha crecido un 40% desde la implementación de la ley de biocombustibles en 2006, lo que ha impulsado la producción de azúcar y bioetanol en paralelo.

Un proyecto de ley que suma consensos y expectativas de crecimiento

Feijóo subraya el amplio consenso que ha alcanzado el proyecto de ley, con apoyo de diputados de diversas fuerzas políticas y de las provincias productoras. «No es un proyecto en contra de nadie, es un bien para todos, empezando por el país», indicó, aludiendo a los beneficios que generaría en términos de divisas, reducción de importaciones y contribución al medio ambiente.

En este contexto, el referente del sector resaltó que, a diferencia de lo que se suele pensar, el aumento en la producción de biocombustibles no afecta las regalías de las provincias petroleras, ya que estas se basan en los hidrocarburos extraídos, no en los refinados. «Esto debe quedar muy claro. Este proyecto beneficiaría a todas las provincias sin impactar negativamente en sus regalías», explicó Feijóo.

El modelo Brasil y una convergencia del Mercosur

Para Feijóo, el caso de Brasil es un modelo a seguir. En el país vecino, la aprobación de un nuevo marco regulatorio ha llevado a un crecimiento sin precedentes en inversiones y desarrollo de infraestructura en biocombustibles. «Podríamos replicar el caso de Brasil en Argentina y lograr un ‘horizonte de biocombustibles’ en toda la región del Mercosur», señaló, haciendo referencia a la posibilidad de coordinar políticas energéticas en América Latina.

El futuro del proyecto de ley aún depende de la voluntad política, pero Feijóo es optimista: «Cuando hay voluntad, se puede avanzar rápidamente». La expectativa es que el Congreso avance pronto en su aprobación, abriendo un camino de inversión, crecimiento y oportunidades para Argentina, no solo en el sector azucarero, sino en toda la cadena de biocombustibles.

Este cambio promete colocar a Argentina en un nuevo rol de liderazgo en la transición hacia una matriz energética más limpia, impulsada por la sostenibilidad y la autosuficiencia, y con el potencial de transformar la economía y reducir las emisiones en el sector de transporte.