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La superficie del océano se calienta cuatro veces más rápido que en los años 80, alerta un estudio

Si la ciencia ya afirmó que el 2014 fue el año más caluroso de la historia y los fenómenos meteorológicos se ponen cada vez más extremos (y costosos), un nuevo informe asegura que el impacto del cambio climático viene para largo.

¿Qué determinó? Que la  temperatura de la superficie del océano aumenta a un ritmo cuatro veces superior al de hace cuatro décadas. El dato surge de un estudio de la Universidad de Reading publicado en Environmental Research Letters. A finales de los años 80, el incremento era de 0,06 grados centígrados por década, mientras que ahora asciende a 0,27 grados cada diez años.

Chris Merchant, investigador en océanos y cambio climático, comparó el fenómeno con una bañera de agua caliente. Explicó que en los años 80 el «grifo caliente» se abría lentamente, lo que generaba un aumento térmico moderado. Actualmente, ese grifo «se abre mucho más rápido», acelerando el calentamiento del océano.

El estudio atribuye esta aceleración al desequilibrio energético de la Tierra, provocado por un aumento en la absorción de energía solar y una menor reflexión de la luz hacia el espacio. Desde 2010, el desequilibrio se duplicó, impulsado por mayores concentraciones de gases de efecto invernadero. Los investigadores señalan que las temperaturas oceánicas mundiales alcanzaron máximos históricos durante 450 días consecutivos entre 2023 y principios de 2024.

Aunque el  fenómeno de El Niño pudo contribuir a este incremento, la comparación con el periodo 2015-2016 indica que el 44% del calentamiento reciente solo puede explicarse por la capacidad acelerada de los océanos para absorber calor.

El equipo científico advierte que el ritmo global de calentamiento de los océanos observado en las últimas décadas podría ser superado en apenas 20 años si no se implementan medidas drásticas. Según Merchant, el aumento de la temperatura de la superficie oceánica afecta directamente al calentamiento global, por lo que frenar la quema de combustibles fósiles resulta clave para evitar un desbalance climático aún más severo.