ActualidadDesarrollo sostenibleImpacto AmbientalNotas de Opinion

París y la contaminación: Las cosas bien hechas, funcionan

En 2020, una Anne Hidalgo recién reelegida por amplia mayoría como alcaldesa de París se lanzó a implantar una serie de medidas que, en otras ciudades con habitantes menos concienciados, le habrían asegurado no ser reelegida nunca más o incluso no terminar su mandato. Sin embargo, a pesar de que los franceses, y los parisinos en particular, son conocidos por callarse pocas cosas y por echarse a la calle con particular violencia cuando algo no les gusta, las medidas han encontrado suficiente apoyo como para que, el pasado marzo, los parisinos aprobasen peatonalizar quinientas calles más.

París y la contaminación: las cosas bien hechas, funcionan » Enrique Dans

Las medidas polémicas de Anne Hidalgo incluyeron desde una persecución implacable al automóvil, que ha sido expulsado de muchísimas calles, incluyendo avenidas importantes como la Rue de Rivoli, hasta la conversión de los icónicos Campos Elíseos en un enorme jardín peatonalizado, pasando por la instalación de carriles para bicicletas por toda la ciudad, para convertirla en perfectamente accesible mediante ese vehículo.

En 1971, el presidente Georges Pompidou dijo, en un discurso en París, “tenemos que adaptar París tanto a la vida de los parisinos como a las necesidades del automóvil”. Lo que propuso Anne Hidalgo fue exactamente lo contrario: en una cruzada sin precedentes, procedió a limpiar y descarbonizar el transporte en la ciudad, excluyendo primero los vehículos diesel, después los más contaminantes, invirtiendo en transporte público limpio y, en general, convirtiendo circular en automóvil por París en una auténtica pesadilla, con la eliminación de más de cincuenta mil plazas de aparcamiento.

El resultado de esta autentica liberación del automóvil ha sido brutal: según un observatorio independiente que monitoriza la calidad del aire en la capital, los niveles de polución por partículas finas (PM 2.5) han caído un 55% desde 2005, mientras que los niveles de dióxido de nitrógeno se han rebajado de manera consistente en un 50%. El estudio, además, establece claramente una vinculación causal de ese descenso con las regulaciones y políticas públicas desarrolladas. Muy pocas ciudades en el mundo pueden mostrar esos resultados.

Mientras el mundo intenta ponerse de acuerdo para contaminar cada vez menos, y nos muestra ejemplos como el de una Anne Hidalgo que convierte París en una ciudad saludable que no envenena a sus habitantes y a sus visitantes, otros irresponsables como Donald Trump se dedican a boicotear los acuerdos internacionales de descarbonización del transporte.

La experiencia de París nos permite afirmar que los planes, cuando están bien hechos y bien presentados, funcionan, y además, pueden resistir los embates de los irresponsables que se oponen a ellos por no perder un cierto nivel de conveniencia. Nos enseña cómo de importante es tener tanto una alcaldía decidida, como unos ciudadanos concienciados con la importancia de la contaminación como problema. Siempre habrá protestas, particularmente entre los negacionistas del cambio climático, los que confunden la libertad individual con la libertad para contaminar lo que les dé la gana como si el planeta fuera suyo, y con los que experimentan más cambios e incomodidades, como los que viven en la periferia de la ciudad. Pero es importante entender que cuando se hacen las cosas bien, funcionan, y lo podemos comprobar si visitamos París. Es un adelanto de cómo van a ser la mayoría de las ciudades en el futuro.

Vayamos aprendiendo. Vale la pena.