Entre escamas y retales, la Amazonia brasileña propone moda con soluciones sociales y ambientales
Un conocido dicho afirma que “lo que está de moda no incómoda”, y sus interpretaciones pueden ser contradictorias. Podría referirse a que la moda debe ser cómoda o, por el contrario, que llevar la última tendencia es el fin último, sin importar la incomodidad que pueda causar una prenda. En lo que no hay ninguna duda es en que hay algo perjudicial en ella: contamina. Y mucho. Por eso, los productores de Amapá —en el corazón de la Amazonia brasileña— buscan soluciones social y ambientalmente responsables en la industria.
Los datos de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (CEPE) indican que el 85% de todos los textiles terminan en la basura cada año. Y la situación en Brasil no es diferente: ropa vieja, retales y cueros desechados suman 4 millones de toneladas de “basura” al año en el país, según la Asociación Brasileña de Empresas de Limpieza Pública y Residuos Especiales (Abrelpe). La mayor parte de este volumen de residuos se vierte al medio ambiente o se incinera, lo que también genera contaminación atmosférica.
Ante este panorama, los emprendimientos de upcycling ganan protagonismo en Amapá, un estado del extremo norte de Brasil. Traducido como reciclaje ascendente, el término se refiere a un proceso innovador que utiliza materiales reciclados y residuos para crear un nuevo producto con igual o mayor valor que las piezas originales.
Combinadas con el concepto de moda sustentable —cuya preocupación es también generar impactos sociales positivos dentro del sector textil—, estas iniciativas reúnen el conocimiento y la mano de obra local para proponer otros métodos de producción.

Sofá sobre los hombros
La marca Selvática, por ejemplo, trabaja principalmente con la fabricación de accesorios y nació de la voluntad de combinar emprendimiento y concienciación medioambiental, según explica Fernanda Bastos de Amapá, estudiante de moda y creadora del proyecto. Su principal materia prima son los residuos textiles de tapicería generados durante la fase de corte, que se recogen tras la fabricación de sofás o sillas de oficina. “Además, hemos utilizado piezas de mezclilla y ropa de tiendas de segunda mano”, cuenta, aclarando que, aunque sus productos no duran toda la vida, “siempre intentamos aumentar su resistencia al máximo posible. Ofrecemos ajustes a las piezas y llevamos a cabo prácticas más sostenibles”.
La marca también está en proceso de implementar una práctica denominada “zero waste”, proceso cuyo objetivo es aprovechar todo el material y no generar residuos durante la producción. De hecho, en 2024, Bastos logró el segundo lugar en el concurso Estoy hecha de algodón, de Casa de Criadores, por la colección “Na esquina do Rio”, traducido como en la esquina de Río.
Estudios han revelado una amplia gama de generación de residuos a lo largo del ciclo de vida de los textiles, desde la producción de hilo hasta el tejido y la fabricación. Estos contribuyen a la contaminación del aire, el agua y el suelo, desencadenando desastres naturales, la aparición de enfermedades, el cambio climático y la alteración del paisaje. Así lo señala la ingeniera ambiental Cláudia Simmony, de la Universidad Rural de la Amazonia. “También representan una amenaza para la biodiversidad”, añade.
Además de reutilizar tejidos, la moda sostenible en Amapá ha avanzado en la producción de cuero con menor impacto ambiental. Un ejemplo de esta búsqueda es Yara Couro, una startup que apuesta por el “cuero verde”, un proceso que sustituye los productos químicos tradicionales del curtido por alternativas ecológicas, como pigmentos naturales a base de agua y taninos vegetales.
“Este curtido es la forma más adecuada que hemos encontrado para sustituir los productos habituales en el mercado por otros más ecológicos y menos perjudiciales para el medio ambiente”, dice la fundadora, Bruna Freitas. “Igualmente, estamos desarrollando nuestro propio tanino, estandarizando este material para que pueda utilizarse también a escala industrial. Es nuestro proceso tecnológico, creado por nosotros, el que hace estas sustituciones, esta reformulación de acuerdo a un proceso de producción más verde”.

“Trapoterapia”
Otro ejemplo de iniciativa sustentable —que se centra no solo en el resultado final y su proceso productivo, sino también en ampliar las oportunidades de trabajo en la comunidad— es el colectivo Costura Criativa, de la capital Macapá, formado por costureras que trabajan desde 2013 confeccionando bolsos, ropa y otros artículos, hechos a partir de retazos que de otro modo serían descartados.
El grupo también reutiliza lonas y pancartas que bajo un escenario distinto irían a parar a la basura, además de proporcionar trapos para talleres mecánicos y de limpieza, aprovechando las materias primas desechables con las que trabajan. El proceso se llama “trapoterapia”, como explica María Robenita, una de las líderes del colectivo.
“El proyecto reutiliza retales y crea piezas exclusivas”, comenta. “Además, busca capacitar a mujeres en situación de vulnerabilidad social y económica, promoviendo no solo el aprendizaje técnico, sino también la conciencia ambiental, ayudándolas a reconstruir su autoestima y alcanzar su independencia económica”, resume. “Es esencial que se fomenten prácticas sostenibles como las nuestras. Necesitamos combatir los comportamientos de consumo fomentados por la moda rápida, que promueven el desperdicio excesivo y constante”.